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viernes, 24 de agosto de 2012

La bicicleta como ser mitológico


Sería muy banal decir que la bicicleta es el Pegaso de los tiempos postmodernos. Por más acertada que sea la imagen, suena un poco a lugar común, a recurso fácil y por tanto de poco impacto emotivo. La bicicleta pertenece a otra mitología, la de la cotidianidad postmoderna. Tanto que asociarla a seres tan arcaicos banaliza su esencia mitológica. Como ser mitológico que es, se nos presenta como una metáfora del movimiento urbano o citadino. Con ella nos desplazamos por el tráfico entre vehículos conducidos por ciudadanos estresados de conducta impredecible y generalmente violenta, lo que convierte a los ciclistas en héroes urbanos, especialmente en una ciudad como Caracas, la urbe con la gasolina más barata del mundo.


Sostengo que la bicicleta es un ser mitológico. Hace tiempo he querido explicar por qué cada vez que puedo ando montado en mi bici. Hay gente que me pregunta si he participado en alguna competencia. La verdad es que ni siquiera se me ha ocurrido: para mí no es un deporte. Y aunque suelo usarla como medio de transporte, tampoco me interesa por ese motivo: simplemente me gusta y la he hecho parte de mi vida. Además encuentro algo místico o telúrico en ella, que sólo recientemente he podido entender.



Hay personas que encuentran una guía o gurú en las visiones que se desprenden de estados alterados bajo el efecto de drogas de cualquier tipo. Como considero que el inconsciente desde un punto de vista materialista, puedo tomar cualquier cosa cotidiana como una imagen onírica. Si tomo a la bicicleta como una imagen de este tipo, encuentro que más allá del cuento de Albert Hoffmann y el día de la bicicleta, el movimiento en bicicleta, en la medida que va cambiando tu fisiología (respiras más, cuidas tu alimentación, activas tu circulación), no sólo te lleva de un sitio a otro de la ciudad, te lleva a conocer gente nueva. El cambio que provoca en tí, es también un desplazamiento, el paso de una forma de ser a otra. Como te obliga a estar atento a cada músculo y órgano de tu cuerpo, fijando tu escucha en la música del contrapunto entre los golpes de tu corazón y los susurros de tu respiración, andar en bicicleta te pone en una conexión más íntima con tu espíritu. En este sentido, la bicicleta no sólo te permite transportarte a tu lugar de trabajo o de estudio, o te lleva de una forma divertida a teatros, cines, cafés o restaurantes.  También te lleva a nuevos espacios vitales o existenciales. En lo personal, puedo asegurar que la bicicleta me ha acompañado de vuelta a casa,  junto a todos los seres que han andado cerca de ella. Y es por esto que para mí es un ser maravilloso, como un bello animal alado de fabulosa mitología.