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lunes, 7 de noviembre de 2011

Música y Bicicleta: ensayo en Do Mayor


A mis amigos bicicleteros y psicoactivos del colectivo cicloguerrilla

Después del primer viaje accidental con LSD, Albert Hoffmann, guiado por su curiosidad científica y para comprobar sus particulares efectos, ingirió una fuerte dosis de esa recién descubierta sustancia psicoactiva. Cuando estalló la nota, una media hora después de la ingestión, Hoffmann sintió sus sentidos y percepciones fuera del control de su conciencia y su voluntad: otro mundo se abría ante sí de manera abrupta y, como es lógico, el temor se apoderó de él. No teniendo otra salida entonces, decidió ir a su casa y de ahí llamar a un médico. No habiendo otro medio de transporte, Hoffmann llegó a su hogar en bicicleta bajo un estado sumamente alterado de su conciencia y de su percepción del mundo. Ese día, en el que por vez primera un occidental pedaleó por las calles bajo efectos del LSD, se eligió como el día mundial de la bicicleta.

Es particular esta relación entre bicicleta y psicoactivos. Quizás sea una metáfora de la que hay mucho que esperar. Quién sabe...

Después de unos veinte años sin tocar flauta, uno de los instrumentos musicales que estudié, aprovechando mi condición de desempleado, decidí revisar unas sonatas para flauta de Haendel que había comprado hace unos tres años. A las dos semanas de estudio, encontré que tenía un sonido maravilloso... por lo menos así me pareció. Al mes, decidí comprarme una bicicleta aprovechando que había descubierto unos colectivos de bicicleteros a los que podía unirme.
Unas rutas en bici con un amigo, cada una más alocada que otra, y descubrí que flauta y bicicleta se llevaban muy bien y que ambas actividades me hacían respirar mejor: el aire cuando se expulsa lentamente usando el diafragma, como cuando se toca flauta, parece el aliento de Ganesha, el dios elefantino de la India, removiendo la porquería del camino, limpiando esas escorias que no dejan que nuestra alma vibre en la tonalidad que la armoniza con el universo.
Supuestamente, el ejercicio físico tonifica los músculos del cuerpo fortaleciéndolos. Yo diría que simplemente pone a vibrar los músculos.

Algunos dicen que la teosofía, pero estoy seguro que las muy antiguas religiones hindúes ya lo afirmaban: el universo no es sino el mero producto de las relaciones vibratorias de la nada. Shiva, el dios que crea el mundo al danzar al ritmo de su tamborcito en forma de reloj de arena (el damaru), el dios cuya casa (el monte Kailash) posee un jardín adornado por un maravilloso cannabis que crece en forma natural, ese dios es puro temporalidad, tiempo como devenir. Por eso se dice que es el dios de la destrucción, porque nada sobrevive a la cruel inclemencia del tiempo.

Entonces ¿qué nos puede conectar con el principio vibratorio fundamental que crea el universo? Pues, ese arte que los antiguos griegos llamaban mousiké, fusión inseparable de lo que hoy llamamos danza, poesía y música, el arte dionisíaca por naturaleza, que siempre resistió a ser reducida a la noción de técnica que está detrás de la definición original que se tiene del arte en occidente, lo mismo que el naturalismo shivaita ha sobrevivido a todo intento urbanizador y moral de extinguirlo.

Y entonces... ¿es la bicicleta una máquina musical? Sí lo es, no sólo porque armoniza con flauta y otros instrumentos de viento, sino también porque su dominio, lo que nos permite hacer lo increíble con ella, requiere cierto ritmo, una musicalidad secreta que sólo aparece cuando estamos atentos al pulso de la calle, con su melodía de subidas, rectas, curvas y bajadas. Se aprende a variar el ritmo de velocidad o de pedaleo con los cambios de pendiente. Hay que "escuchar" al propio cuerpo, lo que nos dice, su música, las notas que de él van brotando. Montar bicicleta es también una forma de ponernos en contacto con la vibración fundamental del universo.

Entonces descubrimos que la bicicleta es un particular instrumento musical cuyas notas no son para ser escuchadas sino sentidas en forma de movimientos y sensaciones corporales que van más allá del miedo a lo que podría ser pero no es.